No son tiempos fáciles para el arte, estamos viviendo un nuevo tipo de censura que condena a los artistas a permanecer en la sombra de un sistema que ha relegado las creaciones artísticas al último eslabón de la cadena. No existe por parte de los organismos nacionales y autonómicos un proyecto serio que ponga sobre la mesa los requerimientos del sector artístico visual. En la época renacentista la Iglesia era la principal censora, los artistas necesitaban escudarse tras historias mitológicas y religiosas para poder mostrar el cuerpo humano desnudo. Ahora, en pleno siglo XXI, tenemos un censor tan poderoso como el anteriormente mencionado: las redes sociales.

Instagram y Facebook con sus incoherentes políticas restrictivas están haciendo un flaco favor a los artistas visuales, concretamente a los fotógrafos. Probablemente estés pensando que nada ni nadie obliga a estos creadores a formar parte del juego de estas plataformas digitales, pero la realidad no es así de simple: las redes sociales son, en la actualidad, casi la única ventana con la que cuentan los artistas para mostrar sus obras y darse a conocer. Publicar en galerías sólo está al alcance de unos cuantos privilegiados y hacerlo en otros establecimientos es realmente complicado. Los artistas no sólo se ven obligados a mendigar para exponer sus obras, por lo general sin retribución económica, si no que no existe una regulación que los reconozca como lo que son: profesionales. A menudo, cuando se da un acuerdo entre trabajador y contratador no existe un convenio de por medio, quedando desprotegidos tanto los derechos del artista como los de sus obras.

Fotografía de la campaña de Sandra Torralba contra la censura de Instagram

Hasta el momento, la experiencia que habíamos tenido en Negromundo con estos neo inquisidores había sido un ataque sin tregua contra el cuerpo femenino. La fotógrafa Sandra Torralba es buena testigo de ello, pues ha sido perseguida por la Santa Red durante más de un año. Hoy en día, la artista sigue en las trincheras, tras numerosas cuentas eliminadas, con su sexto perfil de Instagram. Y, según afirma en sus redes sociales, de momento no tiene pensado rendirse. Así lo demuestra haciendo públicas y contestando algunas de las reacciones más repetidas por sus detractores, como: “Si no te gusta Instagram, vete”. A lo que Torralba responde: “Ya. Pero me parece fundamentalmente grave que me tenga que ir por ser mujer y pedir los mismos derechos de los hombres. Es más, me quiero quedar para exigir esos derechos”. También responde a aquellas personas que afirman que es una aplicación privada y que, por tanto, están en su derecho de hacer lo que consideren: “Hacen lo que quieren, está claro. Pero también está claro que sus normas comunitarias discriminan en función del género. Y si eso no es ilegal a nivel jurídico, desde luego que es cuestionable a nivel ético. No puedo permanecer impasible frente a una app que me discrimina por ser mujer”. Pero el activismo de Torralba no termina aquí, dado que ya ha llevado a cabo diversas campañas de concienciación y protesta, así como conferencias y entrevistas manifestando su indignación. Recientemente ha abierto una petición en la plataforma change.org exigiendo que se erradique la censura del pezón femenino en las redes sociales. “Es un símbolo de una cultura que perpetúa el privilegio masculino y la opresión femenina, una cultura que no permite las mismas oportunidades a todos sus miembros, una cultura que lleva toda su historia tratando de obtener y mantener el control sobre el cuerpo de las mujeres”, espeta la fotógrafa.

Instagram y Facebook acometían con especial ímpetu contra las tetas, pero parece que esto ya no les supone un reto, por lo que han decidido que cualquier desnudo debe ser censurado

Instagram y Facebook acometían con especial ímpetu contra las tetas, pero parece que esto ya no les supone un reto, por lo que han decidido que cualquier desnudo, se muestren o no vulvas, penes, pezones o culos, es producto de meros agitadores cuyas obras son armas incendiarias en un entorno mojigato donde sí se permite el racismo, la publicidad que promueve la ludopatía, que vende los datos personales de los usuarios a terceros con fines lucrativos o que se arma de las más viles tretas para crear dependencia en los usuarios. Los amigos de Facebook sabrán a qué me refiero, dado que llevo años denunciando páginas en su plataforma que sí deben ser eliminadas, pero que siguen en pie desde, al menos, 2012. En ellas se comparte contenido anticonstitucional e inmoral que atenta directamente contra los derechos universales y promueve el odio por razones étnicas, culturales, de género o de orientación sexual. Sin embargo, para eliminar una fotografía de desnudo no tardan ni un minuto, literalmente. No, no estoy hablando de contenido susceptible de interpretarse de diversas formas o que dé lugar a confusión. Estoy hablando de discriminación y odio declarados. Contenido insultante y ofensivo. Honestamente, debería preocuparnos mucho una sociedad donde se considera que un cuerpo desnudo puede resultar ofensivo, pero esto no.

Páginas racistas y homófobas que siguen abiertas desde 2012 en Facebook

Las redes sociales podrían aportar mucho a la cultura, pero para ello es determinante un replanteamiento de estas políticas absurdas y arcaicas. O bien, promover desde la sociedad la utilización de otras redes donde los artistas puedan compartir sus obras sin miedo a ser silenciados. Lamentablemente, plataformas como Facebook e Instagram, son conscientes del poder que atesoran y de que, hoy en día, un artista “no existe” si no tiene un perfil en sus dominios.
La cultura y la pluralidad de obras y artistas es algo que enriquece a la sociedad. Censurar creaciones artísticas es negar que existe la diversidad de pensamiento y la libertad de creación. El arte es el reflejo de la sociedad, por lo tanto, la ocultación de buena parte del primero significa amordazar a buena parte de la segunda.